martes, mayo 08, 2007

Una experiencia única (versión extendida)


Hace ya unas semanas, Oriol Comas i Coma, seguramente la persona que más sabe de juegos de mesa en España (a quien, por cierto, no conocía personalmente), me llamó para darme una de las mayores sorpresas que recuerdo: quería, vaya usted a saber por qué loca razón, que formara parte del jurado del Primer Premio Ciutat de Granollers de creación de juegos. Aunque tardé un día en confirmarle mi presencia (vaya usted a saber por qué loca razón), obviamente lo hice: creía que podría ser una experiencia irrepetible. Así se lo conté a mi conciencia y a mi familia. Formar parte de un jurado sonaba apasionante y si, además, se trataba sobre juegos de mesa, aún más excitante.

Pero lo cierto es que mi imaginación se quedó corta. Todo lo que podía pensar en mis fantasías fue superado (esta vez sí) por la realidad. Y eso no pasa todos los días. Eso no pasa en todas las vidas.

Hice las maletas (es un decir, que era para dos días), recogí a dos amigos (era un decir, que no les conocía) -Roberto y Paco- y me marché conduciendo a toda prisa (espero que fuera un decir, si no me dice lo contrario la Guardia Civil) hasta la misma parte de atrás del Circuito de Montmeló. Allí nos esperaba Oriol, junto con Teresa: el cuarto elemento de la delegación madrileña.

Cenamos, y Oriol nos propuso ir a Granollers city, a Homoludicus: la tienda física de Pol y Aidi, los chicos de lapcra, que tenían montada una de sus celebérrimas noches lúdicas.

Qué buenos son los padres franciscanos, qué buenos son que nos llevan de excursión. Sonaba genial.

Tras un rápido recorrido por un "precioso y turístico" polígono industrial durante la noche (vale, no es fácil orientarse y no perdimos más de 10 minutos, pero y lo bien que queda ser un pelín tocapelotas...), llegamos a nuestro destino. Mucha gente jugando y muchos juegos que ver. Una recepción magnífica por parte del anfitrión y una visita rápida a las instalaciones (qué bien montado lo tienen los tíos).

Era una noche ideal para echarse unos vicios, pero "la madre superiora" tenía otros planes. Hizo bien. Se las sabe todas... Al hotel, a descansar (o a intentarlo). Que el día siguiente iba a ser duro.

Madrugón de sábado, desayuno, y al tajo. Ya estaba por allí el resto de la expedición: Guillem, Alfred, Jep y Jordi. Y "las azafatas": Marc y Marià (algo peludas y masculinas para mi gusto pero bien aplicaditas y serviciales). Presentaciones y primeras impresiones previas.

El hotel que nos acogió estaba bien preparado para el evento: una sala cómoda y suficientemente amplia para que pudiéramos probar los 8 juegos finalistas. Y un día y medio por delante.
Una introducción de Oriol y a comenzar la tarea. Marc, Marià y el propio Oriol nos explicaron los juegos y, nosotros, jugamos. Y jugamos. Y jugamos. Creo que, entre partida y partida, también jugamos. Ah, y reímos. Y reímos. También reímos, sí.
Pasaban las horas, pasaban los juegos, y cada vez había más confianza entre los jugadores.

Así hasta la comida (Marc y Marià nos abandonaron una vez noz explicaron pacientemente las reglas de los juegos). A unos minutos del hotel teníamos "la bolera". ¿Una bolera? La verdad es que no, que era un restaurante sorprendentemente abierto 24 horas (hay pocos en el mundo eh) que se llamaba "La Solera" pero que alguien bautizó con ese otro nombre mucho más divertido. Es el mismo sitio donde, la noche anterior, cenamos. Y el mismo donde, también, cenaríamos de nuevo esa noche. Y el mismo donde comeríamos de nuevo el domingo. Lo mejor de todo era que siempre estaba ahí su sempiterno menú; aún lo podría recitar al vuelo: "canalones de la casa", "espárragos blancos", "trigueros"..."paella y fideguá". Y más o menos igual con los primeros. Sobra decir que nunca tenían paella ni fideguá (bueno, el domingo sí la comimos por fin).

Luego, vuelta al curro. Juegos y más juegos. Y ya comenzaban las deliberaciones. Exposición de argumentos, comentarios, muchas charlas, pros, contras, fallos, ideas, mecánicas, posibilidades, aciertos, virtudes, decepciones, mejoras... Análisis.

Cena "variada" y de nuevo a Homoludicus. Esta vez, además de Pol, estaba también Aidi. Abrieron para nosotros, seres adictos al juego con nocturnidad y alevosía. Y, como nuestra neurona (entre todos sumábamos aún una despierta) nos pedía marcha, Pol nos sacó un Pitch Car con el que descargar nuestra tensión. Blackbear demostró tener una técnica infalible que no sería tal cuando el vencedor moral de las dos rondas jugadas fue Roberto (Zoroastro). Y yo demostré ser lo que se dice, vulgarmente, un paquete.

Unos minutos después, Pol decidió probar suerte con otro de esos juegos para grupos grandes: Ricochet Robot. Yo no conocía el juego y me pareció genial. Pero imposible. Mi visión espacial, a esas alturas, era bastante vergonzosa y no conseguía cogerle el truco. Además, había unos cuantos cracks en la sala.

No muy tarde (en Homoludicus no pensarán lo mismo), y tras las compras de rigor (ya que estaba allí...), volvimos al hotel. Fue una noche rara. Teníamos muchísimo cansancio y muchísimas horas de sueño pendientes, pero la cabeza no dejaba de dar vueltas. Aún quedaba lo más difícil. Última sesión de juego y una decisión final.
Nos levantamos ilusionados y dispuestos a concretar la faena. A las nueve de la mañana ya estábamos dándole al seso.

Al medio día ya estábamos decidiendo. La elección fue complicadísima, dura, nada fácil. El nivel de los juego presentados fue muy bueno, pero, como diría Sean Connery: sólo puede quedar uno. Afortunadamente, aún después del tute que llevábamos encima, seguíamos siendo gente civilizada, abierta, dialogante y divertida. Hablamos y decidimos. El ganador, por decisión del jurado, sería El Mercado de Tlatololco. Ya estaba el trabajo hecho.

El fin de fiesta fue una sesión fotográfica, otra sesión fanática (Oriol y Jep en plan Pérez Reverte) y una despedida fantástica (con paella y cava sobre la mesa).

El resumen: sin duda, una de las mejores experiencias de mi vida. Formar parte de un jurado ha sido mucho más interesante aún de lo que esperaba. Tener que decidir consensuadamente que algo es mejor que otra cosa es una sensación dura pero interesante. Tensa y reconfortable. Tener que valorar una creación artística (yo que siento mi profesión como otra) fue definitivamente atractivo. Compartir con gente tan abierta, divertida, afín, inteligente, culta y transparente esta vivencia ha sido algo indescriptible (he hecho todo lo posible para hacerlo; dudo haberlo conseguido).

Los juegos: amigos creadores, enhorabuena. Vuestros juegos nos han llenado. Nos han gustado. Nos han entretenido. Nos lo han puesto difícil. A algunos les falta algo más de playtesting, a otros (o a los mismos) les sobra ingenio. A todos les envidio. Gracias.

Las personas: lo mejor que me llevo de Granollers. Nunca he sido de conocer mucha gente más allá de mis círculos. Quizá por eso (y por pereza) no me suelo prodigar por quedadas. Nunca he sido de conocer gente por Internet para luego hacerlo en persona. Ahora me arrepiento. El grupo de gente que conocí este fin de semana quedará para siempre almacenado en ese pequeño espacio que uno tiene en su alma para los recuerdos imborrables.

Oriol: genial, sorprendentemente cercano, jovial, dicharachero, artífice, maestro.
Jep: callado, tímido, sincero, ácido, cerebral, crack.
Teresa: directa, lista, oportuna, profesional, culta, emprendedora.
Paco: analítico, estratégico, divertido, ocurrente, apasionado, ganador.
Roberto: sobrio, tranquilo, atento, claro, cabal, entusiasta.
Jordi: sigiloso, pensador, receptor, sutil, práctico, preciso.
Alfred: templado, original, reflexivo, calmado, generoso, grande.
Guillem: ingenioso, agradecido, sacrificado, interesante, soñador, feliz.

No me gusta etiquetar, pero me apetecía definir con adjetivos (todos positivos) a estas personas que han convertido este pasado fin de semana en una experiencia única. Espero que les guste. Siento como que se lo debía.

6 comentarios:

Zoroastro dijo...

Vencedor moral del Pitch Car nada de nada, vencedor real ;)

Muy emotivo tu relato, hasta me he emocionao

Pedrojar dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Roberto.
Y cuando digo moral es porque Pol no participó en la segunda¡¡ :)

Por cierto, recuperaste tu cámara de fotos, espero... Anda que...

Ruminahui dijo...

Excelente crónica, Pedro. La verdad es que sólo con la mañana que estuve con todos vosotros ya me dió la impresión que íbais a tener un fin de semana extraordinario.

Marc (la azafata peluda y calva)

Pedrojar dijo...

Gracias, Marc. Un placer haber contado con vuestra ayuda¡¡

Anónimo dijo...

Uf... faltan las palabras (las has utilizado tu todas, y con qué precisión). Te sale el oficio. Pues que coincido totalmente contigo en eso de recuerdos imborrables en cierto almacén del alma. Y en el enorme montón de palabras buenas que nos has dedicado a todos. Por cierto, falta hablar de un miembro del jurado:

Pedro: sincero, analítico, valiente y humilde. Un combinación genial.

Algún día me acordaré de qué nos conocemos:-)

Pedrojar dijo...

Guau. Mil gracias, lilith. Escribo esto aún con los pelos de punta. No me lo merezco.

Yo sigo dándole vueltas a la memoria... encontraremos ese recuerdo; seguro.