San Juan
San Juan es el hermano menor, que no el tonto, del Puerto Rico (que viene a ser el Eurogame de los Eurogames por excelencia). Y eso, así de primeras, ya no es moco de pavo.
San Juan es, a diferencia de Puerto Rico, un juego de cartas y está diseñado para ser jugado desde 2 hasta 4 jugadores. Lo primero que llama la atención cuando uno lo ve por primera vez es que, fíjate, se parece mucho a su hermano mayor. Tiene sus mismos ojitos. La caja es prácticamente igual (ese color a caramelo de toffe que se te pega en las muelas), pero más pequeñita y manejable. Lo segundo es que se pueda jugar a dos (sí, para Puerto Rico hay variantes, pero no viene a ser lo mismo).
Pero lo mejor que tiene, sin duda, es que es un juegazo. Dicen que las segundas partes no siempre son buenas, pero es que el señor Seyfarth es un fenómeno. En San Juan se mantienen algunas de las bondades de Puerto Rico (gestión inteligente de recursos, selección de roles, estratégicas múltiples...) y se gana en velocidad y juego rápido aunque, lógicamente, se pierde en profundidad.
En San Juan sólo hay cartas (violetas, de edificios; y de colores, de producción) y unos pequeños marcadores que establecerán el precio de venta de los productos. Ah, y una curiosa libretita + lápiz para apuntar los puntitos finales.
El juego se desarrolla así: los jugadores comienzan con cartas en la mano (dependiendo del número de participantes, varía) y tienen como misión construir edificios, gestionar bien sus recursos y conseguir puntos de victoria. Para ello, el juego aprovecha maravillosamente la siempre atractiva mecánica de elección de roles: se puede ser constructor (y construir con menos coste), productor (y producir más cosechas que los demás), vendedor (y vender más productos que los demás), prospector (y robar una carta por la jeta) o burgomaestre -menudo palabro-(robar más cartas que los demás).
De la sabia elección de roles en el momento oportuno (ya sea para conseguir ventajas o para evitar que otros las consigan) depende en gran parte el éxito en San Juan.
Construyendo edificios de producción obtendremos recursos que luego podremos vender. Las ventas originan beneficios (cartas que robar; todo se paga con cartas de la mano, no hay monedas). Construyendo edificios violetas obtenemos ventajas competitivas de muy diversa índole (producir más, tener más cartas en la mano, utilizar un rol dos veces, grandes sumas de puntos de victoria, etc.).
Y así hasta que alguien construya 12 edificios. Llegado ese momento, se suman los puntos de victoria y quien más tenga, pues ha ganado la partida.
El juego dura poco más de media hora o tres cuartos. Es dinámico pero intenso; sencillo pero táctico; alegre pero tenso. Los componentes (las cartas, vaya) son bastante chulos. Las cartas están muy bien diseñadas y el material es el habitual de estos juegos. Conviene meter las cartas en unas fundas típicas (las del Magic le van de miedo) para evitar el desgaste.
Su precio oscila entre los 12 y los veintipico euros en las tiendas online. Eso sí, ten cuidado. Hay dos versiones rulando: la alemana y la inglesa. Se trata de un juego bastante dependiente del idioma, ya que las cartas tienen texto y conocer la función de cada una de ellas es fundamental. Pero, tranquilo. Para eso está el genial trabajo voluntario e impagable de la gente. Hay traducción de las cartas al español y sus etiquetas se pueden meter fácilmente en las fundas de las cartas.
Puedes comprar la versión inglesa a muy buen precio (18 euros) sin recurrir al extranjero.
En fin, que recomiendo enfervorecidamente este juego. Tanto si tienes el Puerto Rico como si no. Si no lo tienes, ya estás tardando en hacerte con su hermano pequeño: podrás jugar a 2 y da para muchas horas. Si lo tienes: se parecen pero son distintos y, por qué no, complemantarios. Una compra con la que seguro que aciertas.
2 comentarios:
Muy buena reseña. San Juan está entre los futuribles, pero el tema de la dependencia del idioma y de la diversidad de efectos de cada carta hace que no me decida a comprarlo (porque no sé con quién podría jugar). Por cierto, 'burgomaestre' parece una traducción directa de la palabra alemán 'burgemeister'(y que traduje en su día para el Guillotine como 'Alcalde')
Gracias por el comentario, Dingolon. La verdad es que lo del idioma puede echar para atrás, pero de verdad que con las etiquetillas se soluciona. Se imprimen, se cortan y se meten en una fundita para las cartas y listo. Vale, es cierto que se afea un poco, pero lo importante es poder jugar, ¿no?
Y lo de burgemeister...pues mira, como que alcalde suena mejor, sí. Jeje. Aunque visto como están las cosas con algunos alcaldes españoles (y los que quedan)...
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