Recuperando sensaciones
El otro día, hablando con unos amigos (también enviciados) me salió una frase que me hizo, a posteriori, reflexionar: "Quién me iba a decir a mí que iba a encontrar un nuevo hobbie de este estilo a los 26 años". Y lo encantado que estoy.
Y es que es verdad. Se supone que las aficiones se suelen tener desde muy pequeño. No sé; a mí, desde que nací, me apasiona el fútbol. Mis padres siempre recuerdan que en el Mundial de España del 82, con dos añitos, cogía un periódico y me iba directo hacia los deportes y decía: "Platini". Yo, que no sé dónde fue a parar todo ese intelecto, siempre he sentido admiración por los buenos músicos de rock. Siempre. Y desde hace muchos años me vuelve loco el buen cine, el que te hace pensar, el que te cuenta historias interesantes. Ese. Y a mí, desde mi añorado Spectrum, o incluso antes, desde una maquinita matamarcianos bastante lamentable ella pero hiperadictiva, me habían gustado los videojuegos (el día que descubrí que el fútbol y mi amor por el vicio se unían intrínsecamente en Pro Evolution Soccer mi vida se empezó a enderezar).
De la misma forma, yo, ahora periodista, recuerdo (y me recuerdan a menudo) que mi verdadera vocación siempre había sido esta de contar cosas. Lo tenía claro. Desde siempre. Y eso pese a tener que soportar que cientos de familiares te recordaran en cada boda o similar aquello de: "Tú, hijo, tenías que estudiar algo mejor, una ingeniería, que puedes, y es lo que te va a sacar de pobre". Algo mejor. Siempre me ha hecho mucha gracia eso. Qué puede haber mejor que lo que uno quiere hacer. Qué puede haber mejor que lo que uno sabe que puede hacer mejor.
Vamos, que veo como natural que uno vaya descubriendo a ciertas edades sus inquietudes, sus aficiones, sus hobbies. Todos los pequeños detalles que marcarán su vida. Por eso, tras decir esa frase que comentaba al principio, yo, recordando aquel niño que dicen que fui, me puse a pensar. Sin que sirva de precedente. Y me di cuenta de que esto de haber descubierto los juegos de mesa alemanes a los 26 años es una auténtica suerte.
Es más, yo diría que es una de las mejores sensaciones que se pueden tener. Tener algo nuevo de lo que hablar, algo nuevo de lo que interesarse, algo nuevo que poder contar a los amigos, algo nuevo que haga unirse de nuevo a esas amistades que se van separando con la edad, algo nuevo que sirva de excusa para juntarse en casa con la gente que quieres. Algo nuevo que te llene de vida.
Y en esas estamos. Que me apetecía compartir esa sensación. Si alguien siente algo parecido o quiere apedrearme por sentirlo, no dudéis en dejarlo en los comentarios.
4 comentarios:
Pues si tú te sientes así, imagínate yo, que los descubrí a los 38 :-)
Mi principal sensación es "¿Por qué nadie me lo dijo antes?".
Jaja, pues también es verdad. Pero, oye, no me digas que no es reconfortante para el espíritu...
Mucho, efectivamente.
Yo mtambien los descubri a los 38 y menuda enganchada. Al principio cuando te enfrentas a uno de estos juegos (en mi caso Catan) dices.. ¿pero que es esto? ¿Parece cutre no? luego te envicias y se te mete en la sangre. Por cierto felicitaciones por tu blog.
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